Me estaba tomando un café en un bar del Largo de Trindade cuando entró mi padre. En el bar no había nadie, sólo yo y un mozo de reparto que colocaba unas cajas en un armario chiquitín, junto a la puerta. Olía un poco a orines, el suelo un poco pegajoso, la penumbra un poco triste. Mi padre, que había entrado muy silenciosamente, iba en zapatillas de andar por casa, las de siempre, con el agujero que se hizo él para liberar el doloroso juanete. Llevaba también una gabardina azul y una boina, calada al modo rústico como se calan las boinas algunos artistas e intelectuales. Yo tenía abierta mi libreta sobre la mesa y apuntaba algunas cosas tontas que se me estaban ocurriendo. Pese a que había muerto hacía más de diez años, no me sorprendió verle. En todo caso, si algo me sorprendió fue que estuviera en Lisboa. «Hola, hijo», me dijo, quitándose la boina con las dos manos. El saludo me llenó de ternura porque nunca me había llamado hijo. Le pedí que se sentara y le pregunté que estaba haciendo por aquí. «Me voy ya, me dijo, he venido solo para regalarte esta historia». Me sorprendió la razón de su visita sí y no. Desde siempre, hubo en mi padre una inclinación natural al ingenio y las ocurrencias, al modo rústico, casi labriego, como las que tienen los intelectuales de hoy en día. No le pregunté nada más. Cogí el bolígrafo y escribí ansioso la revelación del regalo. Cuando terminé de escribir la última frase, alcé la cabeza decidido a manifestarle mi entusiasmo, pero ya no estaba. La boina, sin embargo, sí. De modo que me la calé, al modo rústico, y abandoné el café.
Ulises en Lisboa Eladio Redondo Ed. Beltónica 2013
Qué preciosa historia.
Me ha encantado.
Besos, Eladio
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Gracias, Paloma. Un abrazo grande.
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Me ha tocado el alma…gracias eladio
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Muchas gracias a tí. Un abrazo.
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Relat tendre. M’agrada.
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Gracias, Xavi. Una abraçada.
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El recuerdo de mi padre siempre es el mismo , le veo de lejos atravesando la calle en la chaqueta gris y la gorra negra. No sé por qué precisamente esa imagen tan insignificante se quedó clavada en mi memoria Me has hecho llorar con tu texto.Un beso.
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Gracias, Tatiana. Un abrazo grande.
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Qué buen relato. Lo calificaría de redondo, si no te molesta. La descripción de ese bar que se me antoja cutre. La aparición del padre. Las remisiones internas del texto. Espero seguir leyendo las andanzas de Ulises en Lisboa. Un abrazo.
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Gracias, Antonio. Sí, creo que subiré alguna cosa más en breve. Un abrazo.
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Sencillo y persistente en la memoria. Me encantó. Saludos.
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Muchas gracias, Santiago. Un saludo
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Hasta noto el olor de esa boina
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Gracias, Note. Otro abrazo.
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Una reminiscencia nitida e imborrable, de las que suelen marcar el proceso de integración del ser humano. En tu estilo literario ha quedado perfecta. Un abrazo.
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Gracias, Demian por tu comentario, como siempre estimulante. Un abrazo
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