dos poemas de danilo manso

Silvia Fresno asegura en su email haber editado más de cincuenta libros de Danilo Manso en su pequeña y necesariamente modesta editorial artesana. Libros de pocas páginas, más bien folletos, un puñado de hojas primorosamente encoladas, grapadas o cosidas a un cartón o presentadas en cajas o encintadas con más o menos gusto o perfección. Volúmenes, vamos a llamarlos así, hoy inencontrables. La brevedad de los mismos respondía a la necesidad de una edición urgente, práctica y vertiginosa, pero armonizaba a la perfección con el talento, también escaso, del autor. Los siguientes poemas constituyen la totalidad del poemario titulado «Peñas arriba», con prólogo de la editora y escritos, al parecer,en el otoño de 1989, bajo la permanente protección de un paraguas.

Cuando me mira así,

con esos ojos acostumbrados al triunfo,

es casi una obligación amar a otra,

no vaya a creer que mi dolor es

exclusivamente

patrimonio suyo.

 

Los caballos.

Están por todas partes.

Galopando, al trote, parados.

Son mis fantasmas.

Aparecen entre el barro y la niebla, brillan sus pieles bajo el sol, se funden                                                                                                                          en los aguaceros.

Son hermosos, tristemente hermosos en estos días sin luz.

Me comen las manos, los labios, la bondad,

la siembra equivocada de toda una vida.

MEDIDAS.

Grande: 25.5cm×17.5cm  Mediana: 12cm×16cm  Pequeña: 11.5cm×8.5cm

Papel pintado a mano con engrudo de harina, agua y pintura.

Interior: papel Torres verjurado de 90 gms.

Libretas solo por encargo a eladiore@yahoo.es

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espejismos

Para renovar el DNI, a M. le hacen falta dos fotos, con el miedo que le dan. Ahora tendrá que observar su rostro, comprobar si permanece o no intacta su identidad en esos ojos hundidos, si son suyas esas arrugas, confirmar que ha venido a parecer lo que estaba previsto que fuera. El paso del tiempo tiene en la fotografía a uno de sus aliados más implacables. La realidad asusta menos que su reflejo, o, mejor dicho, que su fijación. Huye M. de su rostro cada día, evita su mirada en el espejo, pero si alguna vez sucumbe a su poderoso encantamiento, si se encuentra por fin consigo misma, se alza, pierde el miedo, recupera el ánimo y el valor. Como instrumento para medir los estragos que el tiempo ejerce sobre nosotros, el espejo es menos intimidatorio porque su bondad consiste en reflejar lo inmediato. La fotografía, sin embargo, es rotunda, y si provoca en nosotros ese temor al tiempo que ha pasado es porque nos hace recordar cómo éramos. El espejo, no. Su artificio es tan reversible que el feliz encuentro con él depende en parte de nuestra mirada, de un instante de ánimo. En ese instante de valor, a M. le parece que para el espejo no hay nadie más hermosa que ella. Por lo demás, la diferencia entre esos dos modos de ver es una cuestión de matiz: en el espejo tememos ver lo que somos; en la fotografía, lo que hemos perdido.

Diámetros de 30, 40 y 50 cm.

Contacto: eladiore@yahoo.es

salomon y la reina de saba

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Las tradiciones árabe y judía, cada una a su manera, relatan e interpretan esta singular historia. Cierto día en que la reina de Saba recibió en su palacio a Salomón, con quien rivalizaba en sabiduría, le propuso un enigma. Para ello, condujo al monarca a una estancia inmensa en la que hábiles artesanos, con maestra perfección, habían elaborado centenares de flores de papel perfumado. La habitaciòn sugería la visión de un fragante y colorido prado anunciando la primavera. La reina preguntó a su invitado cual, de entre todas aquellas flores, era la verdadera. El esfuerzo y la concentración extraordinarios del rey sabio no bastaron para dar con la solución. Para mitigar el calor de aquella densa atmósfera solicitó a la reina que abriese una de las ventanas. -«Aquella es la verdadera», dijo entonces Salomón, señalando la flor en la que un abeja acababa de posarse.

MEDIDAS de los pliegos de papel: 90cm×72cm

Solicitar catálogo a eladiore@yahoo.es

 

 

nostalgia de lisboa

Hay en Lisboa un jardín donde van a llorar las mujeres que lloran. Es una tapada, un jardín cerrado. Abre de once de la mañana a siete de la tarde, todos los días, menos los domingos. Para las mujeres cuya pena sobrepasa el límite de lo tolerable, han habilitado en el recinto un palacio de cristal, completamente circular, donde es posible expresar a través del llanto los sentimientos menos transparentes. Las mujeres que lloran por poca cosa, por costumbre, o las que lloran por primera vez, por experimentar, tienen que comprar ellas con su dinero los pañuelos. Para las mujeres que lloran con convencimiento y causa justificada se ha instalado en la garita de la entrada un dispensador de moqueros corrientes. Si están perfumados o son de lino, de seda o de algodón, tienen que pagar un suplemento. Es la norma no penetrar en el recinto sin pañuelo, sea de la clase que sea, y está permitido dejarlos abandonados en los bancos, o en el suelo, después de acabado el llanto. Ha ocurrido alguna vez que una mujer que venía al jardín por experimentar, luego no ha llorado. No pasa nada, la primera vez no cuenta. Si otro día vuelve y reincide tiene vedada su entrada al recinto para siempre, una medida correcta y acertada que evita malos ejemplos. Tampoco está prohibido que las mujeres hablen entre sí mientras practican el llanto, pero han de hacer para ello uso de los senderos, en los bancos hay que sentarse exclusivamente para llorar. Y para quienes desean un lloro íntimo y reservado, están las pequeñas capillas individuales, con reclinatorio y escabel, a un precio algo superior a lo que vale un pañuelo. Consta en el libro de registro que es en los días de sol cuando el jardín está lleno, cosa que es razonable y al mismo tiempo no lo es. Si alguien ve llorar a una mujer en las calles de Lisboa, es porque es domingo.

Eladio Redondo.  «ULISES EN LISBOA».   Editorial Beltrónica. 2014

Cajas para pañuelos

MEDIDAS: 25cm×12cm×8cm

MATERIALES: cartón gris y papel nobel