Cerca de mi casa hay un taller donde se hace saber. El artesano que lo dirige, que tiene conocimientos limitadísimos, por no decir nulos, de otras disciplinas, goza de un prestigio merecido en el gremio. En ese campo, no hay nadie que alcance un arte equiparable al suyo. Han surgido en estos años factorías que lo fabrican en series infinitas, a velocidades nunca vistas, que hacen temer, y mucho, por la prosperidad de su negocio. De momento, los efectos secundarios de aquella industria generan una desmedida proliferación de idiotismo, y se desconoce aún cuando podrán ser controlados y eliminados. De modo que el taller de mi vecino conserva todavía una actividad parcialmente sana y provechosa. Gracias a él, mi taller de cajitas de cartón ha adquirido notable popularidad entre los ignorantes, que con atropellada ansiedad me encargan floridos y monumentales embalajes, convencidos de que el saber que recibirán necesita volúmenes apropiados para contenerlo. El pago es por adelantado. No es que no me fie, pero no puedo esperar toda la vida a que el saber le sea entregado a mi cliente algún día. El artesano que hace saber acepta todos los encargos, sin excepción, pero no puede garantizar la fecha exacta de ninguna de las demandas. Es un trabajo lento y laborioso que requiere grandes dosis de paciencia y de habilidad, y sometido constantemente, y durante mucho tiempo, a pruebas de acierto y error, sin las cuales no es posible obtener un saber minimamente operativo. El proceso puede alargarse si el artesano, obsesionado con la calidad del producto, solicita pruebas a su cliente de haberse caído y levantado siempre, en un número de veces indefinido. Tanto es así, que he tenido que construir un almacén suplementario para depositar las cajas que me son encargadas, que se cuentan por miles, a la espera de que algún día puedan ser rellenadas, cuando el saber esté en su punto. Bien es verdad que aún estoy por entregar la primera, y de esto hace ya muchos años. Si las cosas van por este camino, me veré en la obligación de levantar un nuevo almacén, lo que me exigirá inversiones mayores, una consecuencia no deseable en estos tiempos de incertidumbres innúmeras, como todo el mundo sabe. El no saber ocupa mucho lugar. Para no llegar a un encadenamiento interminable de construcciones, he hecho saber a mis clientes que las nuevas cajas llevarán una fecha de caducidad, y que serán destruidas cuando alcancen ese límite. Creo que eso conducirá, por una parte, a un nuevo hábito en la demanda de saber, que obligará a las personas que lo soliciten a conformarse con un saber sencillo y adaptable a sus habilidades naturales, y le podrá ser entregado antes, y usado, provisionalmente, hasta que las modernas fábricas mejoren los efectos de su producción. Y por otra parte, yo regresaré, poco a poco, a mis inicios de fabricante de cajitas pequeñas, donde me siento más cómodo y, si se me apura, más feliz.
Cajas. Materiales: cartón y papel batik Medidas: 14cm×14cm×8cm Contacto eladiore@yahoo.es
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...