Banderas y puertas

Paso cada día por la casa de T, cuando bajo del monte. Vivirá ahí, cuando esté acabada. Está acabada, el edificio está levantado y la bandera ondea en su tejado en señal de culminación. Falta el interior. El forastero que llegue a casa de T puede entrar por la puerta o por la bandera. No importa que la puerta esté cerrada. Las personas, sin que lo sepamos, la dejamos siempre abierta. Cuando entres por su puerta, te encontrarás con el hombre que es, que vive y que siente. Pasa con todos los hombres. Con casi todos los hombres. Si uno se empeña en entrar por la bandera, sólo conocerá una parte de ese hombre, sólo conocerá lo que la bandera le quiera dejar conocer, o lo que él quiera conocer a través de esa bandera. A veces porque la bandera ciega el conocimiento, otras porque las personas no quieren ver más allá de una bandera. Lo mejor, para conocer a un hombre que vive en su casa, es entrar por la puerta y esperar que no te haga salir por la bandera.

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