Entre los que se interesan por mí de un modo inexplicable, está el joven L, de sobrenombre P. Siempre que me ve me saluda y me pregunta por mi estado de salud. Si estoy tomando una cerveza y él acaba de entrar en el bar, coge un taburete y se sienta a mi lado, en la barra, como si fuéramos amigos que se han citado para conversar. Por lo general, cuando eso ocurre, él insiste en pagar la consumición de los dos, aunque yo con franqueza no lo desee. Yo no quiero que me pague nada y mucho menos deseo pagarle yo nada a él. Sin embargo, él acaba pagando. En nuestro barrio el joven L, de sobrenombre P, tiene fama de ocioso y hasta de rufián. No se le conocen delitos imputables, pero todo el mundo da por hecho que malvive de hurtos y de estratagemas ilegales. Al princípio, cuando le veía de lejos y aún no había reparado en mí, llevaba su largo pelo negro recogido en una coleta y tenía bigote, uno de esos bigotes anchos y tupidos que a los rateros bajitos les queda tan horrendamente bien. Ahora tiene el pelo corto y se ha dejado crecer la barba, como yo. Sin embargo, ese detalle no justifica que entre él y yo haya semejanzas de carácter o de personalidad, ni mucho menos. Para demostrarle que entre los dos ese tipo de parecidos no existe, cuando nos cruzamos por la calle y me pide un pequeño favor, se lo niego. Le miro seramente a los ojos y le digo: no. O: no, no tengo. O: no, no me da la gana. Sólo cuando se sienta a mi lado y me invita a una cerveza soy incapaz de impedir que lo haga. Una vez le dije: estate quieto, suéltame el brazo, mi cerveza me la pago yo. No hubo manera. Eso demuestra que el joven L, de sobrenombre P, sabe imponer su criterio por la fuerza de los hechos, y que yo, que en absoluto guardo el más mínimo parecido con él, acabo resignándome a la imposición de los hechos. Pero en mi terreno mando yo. Ayer me lo encontré a la puerta de un bar en el que iba a entrar. Quieres una cerveza? me preguntó. Le miré directamente a los ojos y le dije: no, no me apetece. Y me fuí a mi casa sin tomarme una cerveza.
No, no es su parecido: es su opuesto, y los opuestos encajan.
Abrazos, eladio.
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Pues me has dado una idea, Xibeliuss. A ver si soy capaz de desarrollarla. Otro abrazo.
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Me alegra eso!
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Al final se plantó. Y se quedó sin cerveza. Me da la impresión de que eso pasa con frecuencia. Un abrazo.
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Sí, es vida cotidiana. Otro abrazo, Antonio.
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Hay personas que desean lo que otros tienen y se acercan para ver si si se les pega algo… es posible que sea inconsciente
Besos
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Es posible. La verdad es que cuando uno desea aprender de verdad de los otros, esa clase de aproximaciones, o parecidas, son necesarias, pero probablemente no sea este el caso. Un abrazo grande, Margui.
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Jjj no desean aprender sólo tenerlo en el momento
Besos Eladio
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A mi , a veces, ( bueno, en la juventud muy a menudo ) me atraian algunas personas las que no estaban en el circulo de mis conocidos, pero me atraian por algo. Inventaba e imaginaba una historia sobre ellos asignandoles las cualidades que no tuve yo. Y ,casi siempre , cuando el destino ( quiza con mi ayuda) nos acercaba, mis imaginaciones eran totalmente equivocadas. En realidad la persona era más simple de lo que yo imaginaba.
Bueno, a esas alturas de la edad en las que estoy, ya es muy dificil de ilusionarse…jajaja Un beso, Eladio.
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No, no, estoy seguro de que mantienes todas tus ilusiones muy vivas. Y digo todas. Otro beso.
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