Para renovar el DNI me hacen falta dos fotos, con el miedo que me dan. Ahora me veré en la obligación de observar mi rostro, de observar en él las huellas que deja el paso del tiempo, de comprobar si permanece o no intacta mi identidad en esos ojos interinos, que las arrugas en el cuello ya estaban en mí cuando todavía no eran, que he venido a parecer lo que estaba previsto que fuera. El paso del tiempo tiene en la fotografía uno de sus aliados más implacables. La realidad asusta menos que su reflejo o, mejor dicho, que su fijación. Pese a que huyo de mi rostro cada día, a que evito mi mirada en el espejo, cada vez que caigo dominado por su encantamiento un coyuntural estado de ánimo positivo puede ayudar a conjurarlo. Como instrumento para medir los estragos que el tiempo ejerce sobre nuestros rostros, el espejo es menos intimidatorio porque su bondad consiste en reflejar lo inmediato, es una realidad que refleja lo que somos en una dimensión paralela. La fotografía, sin embargo, es rotunda, y si provoca en nosotros ese temor al tiempo que ha pasado es porque nos hace recordar cómo éramos antes. El espejo, no. Su artifício es tan reversible que a veces hasta nos refleja más jóvenes, da un paso atrás en el tiempo. Por lo demás, la diferencia entre esas dos miradas es una cuestión de grueso matiz: en el espejo tememos ver lo que somos. En la fotografía, lo que hemos perdido.

Los espejos son más amables, es verdad. Puede que sea porque no nos congelan y nos permiten hacer pequeñas modificaciones sobre la marcha. Las fotografías a mí también me dan miedo.
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Sí, eso es no nos congelan. Un beso, Paloma.
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Pues no, no es eso, nos congelan, nos congelan quería decir. El beso es correcto.
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Pues no, no nos congelan, vaya mierda de móvil nuevo.
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Jajaja, se rebelan las maquinitas
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😁😁
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Tienes razón, pero la memoria -esa forma intangible y un poco tramposa de la fotografía- tiene también algo de territorio ganado, de conquista de lo que somos. Saludos.
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Me gusta mucho cómo le das la vuelta a ese calcetín, Santiago. Me lo voy a poner. Un saludo.
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Sííí…de acuerdo totalmente…es lo que pasa con todo el mundo , a menudo quiero romper la foto para no ver lo que veo. Bueno, ahora no, no tengo esa intención . Es que al ver ahora mis fotos de diez años de antiguedad me veo guapisima . ¡ Por amor de Dios que guapa era yo ! Lo mismo pasaré viendo mis fotos de hoy tras pasar diez años….es lo que me tranquiliza muchisimo y quita ganas de romperlas. Lo de espejos … muy buena observación.Un beso.
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Bueno, sí yo fuera guapo a lo mejor cambiaba de opinión. Un abrazo grande, Tatiana.
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Eres quapo…lo sé con plena exactitud.
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Me dejas sorprendido, voy a buscar todas mis fotografías, he decidido firmemente creer en tu palabra.
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😀😀😀
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Otra forma de mirarse (o de reconocerse) son los ojos de los demás. La imagen que nos devuelven puede estar distorsionada o ser profundamente certera.
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Con esa forma tenemos tantas imagenes cuantos nos miran. ¡ Bravo, Antonio! Una buena frase. Para mi no hay mejor forma que mi espejo defectuoso , es que me adelgaza muchisimo.
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No dejan de asombrarme y divertirme tu agudeza y tu sentido del humor. Mis ojos también te recuerdan delgada. Por cierto me gusta tu selfie de Twitter, cuántos anglicismos, lo hiciste en Sevilla?
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Desde luego, en Sevilla…la inconfundible imagen de La Catedral sevillana.
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La mirada es otro espejo, sin duda, y revela una verdad más profunda, incluso distorsionada, es un verdad más profunda. Gracias Antonio. Abrazos.
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lo que estaba claro es que todo aquello no podía ser
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