Por la mañana, resuelvo desayunar en esa cafetería neutra donde el café lo sirve una muchacha tímida y sigilosa. Las revistas, invariablemente atrasadas, hablan del corazón. No hay periódicos ni música. El local está casi siempre vacío. Me siento al fondo, pegado a la pared, y si me gusta ir allí cada cierto tiempo no es por los pequeños y económicos bocadillos de jamón que tan espléndidamente preparan, sino por leer a Alejandro Rossi, para llenar ese espacio de silenciosa y aséptica rutina con sus inteligentes distracciones. Es mi performance particular, siempre el mismo libro. Si leyera a Borges, también me lo pasaría bien aquí. Los dos compiten en inteligencia y en síntesis. Sin ser iguales, construyen sus prosas con cálculo hermoso y desenvuelta erudición. Y por la elegancia y la pulcritud de la frase, que resume conceptos y minimiza descripciones, los dos abocados al formato breve. Por eso me gustan. Si hubieran escrito novelones, no les invitaría a desayunar aquí.
Por la tarde, en la tienda, dedico las horas al estudio y la investigación del paso del tiempo.
Otro que no conozco y que voy a investigar.
Abrazo, Eladio
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Acabo de recordar que ya hablaste de él y quise leerlo. Pero no pude encontrar » el manual del distraído»
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Sì, hace tiempo hablé de manual del distraído. Sigue en vigor. Abrazos, Paloma.
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“Admitimos la realidad si la podemos confundir con la imaginación.” Esa frase de Alejandro Rossi me gustó mucho. Un abrazo.
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Qué bien, Tatiana, ya tenemos en común a Alejandro Rossi. No es poco.
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Tampoco lo he leído. Me gustan los rituales, cómo van echando raíces.
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A mí hay ciertas liturgias que me gusta representar. Ante mí mismo. Actor y espectador. Probablemente la literatura vaya de eso. Abrazos, Patricia.
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No solo de eso, también hay que saber contarlo. Tú eso lo haces muy bien.
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Pues mira, creo que tú y Paloma, en registros diferentes, tenéis mucha habilidad para trasladar al texto lo íntimo ciego, lo desprevenido, aquello que sólo es revelable a la pasión pura. Un abrazo grande, Patricia.
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Anoto. Lectura: «Manuel del distraído» de Alejandro Rossi que, según leo en Wikipedia, fue estrecho colaborador de Octavio Paz. Estoy casi seguro de que me va a gustar. Un abrazo.
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Seguro, Antonio, seguro que te gusta. En Rossi la inteligencia y la belleza van de la mano. Tengo una entrada en el blog con el título del libro. Ahora no puedo entretenerme, pero te mandaré el enlace. Abrazos, Antonio.
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