Danilo Manso, íntimo

De su período en Ferés, que no sabemos cuánto duró, que no sabemos por qué duró, hay testimonios más o menos creibles que legitiman la felicidad de Danilo. Caminaba mucho, exploraba sin descanso el entorno inmediato, compartía con facilidad desacostumbrada sus entusiasmos y leía hasta el hartazgo. En la biblioteca del municipio se puede rastrear su historial de lectura y comprobar la disparatada variedad de menús con los que satisfacía su dieta. Fue allí donde escribió, a manera de diario, las notas que luego le servirían para alimentar el fuego del último invierno antes de regresar a Sausalito. El enlace que me ha llevado hasta algunas de ellas no garantiza que sean de Danilo, salvo que creamos en el milagro de que se salvaran de la quema. Para algunas cosas, yo tengo fe. He encontrado esto:

«El campo de mi vecino está siempre limpio, bien ordenado, no hay nunca ni una sola hierba. Ni en invierno ni en verano. Sólo en otoño se le amontonan las hojas secas caídas de los avellanos, pero duran poco. En primavera planta habas, lechugas, zanahorias y cebollas. Patatas y pimientos. Más adelante, tomates. A mí me falta aún adquirir ese grado notable de civilización, que no consiste en desprenderse de lo natural salvaje sino ser un poco más cuidadoso con las cosas, mantener un orden mínimo de belleza suficiente, tener fe en las formas elementales de la vida. En contraste con el mío, el suyo contiene todo lo que de deseable me sugieren mis libros. Ese orden interior que parece mantenerme distanciado de lo anodino, alimentado por las voces silenciosas y múltiples que emergen de la memoria escrita, es un orden inútil, una pasión encadenada a sí misma, en torno a la cual gravitan virtudes, habilidades o destrezas de cuya falsedad da cuenta el abandono de mi jardín: medroso, desordenado, implorante.»

12 comentarios en “Danilo Manso, íntimo

  1. Llevo pensando en este texto desde que lo leí, esta mañana. (He estado esperando el comentario de Álvaro con su agudeza mental, para hacer aquí un corta y pega, pero, como no ha dicho nada…tengo que ponerme a escribir desvaríos). Ha conectado conmigo enseguida convirtiéndose en algo vivo, dándome «un orden interior que me aleja de lo anodino» (yo también idealizo(aba) las labores del campo y esa conexión con la tierra, aunque es un poco como humanizar los gestos de los animales domésticos e interpretarlos de esa manera que hacemos ahora (invent))
    Danilo, mantener ese encanto terrenal cuesta un esfuerzo diario, durísimo

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    1. No sé por donde andará Alvaro, se le echa de menos, pero sí, mantener un orden que satisfaga una parte de nosotros exige esfuerzos, bien lo sabes, y más si hay que armonizar lo de afuera con lo de dentro. Un abrazo de nuevo

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  2. “De vuelta a casa, de regreso a las historias profundas y hermosas” le decía hace un momento a noteclaves. Desde luego, este texto es profundo y hermoso (ya digo, de nuevo en casa)..
    No sé, es posible que para Danilo las cosas palpables que nos rodean -la naturaleza, las obras de los hombres- resulten el envés de ese mundo de ideas y representaciones de buyen en su interior y de las que desconfía. Por eso aprecia tanto el contacto con las cosas palpables, el trabajo manual.
    Cuidar un huerto es una manera de sentirse vivo y real. También lo es sentir la caricia del viento y participar de la sencilla rotundidad de las cosas.
    Un abrazo Eladio!!

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