Diciembre, 2016.Notas a pie de feria.(y 3)

Un conocido me ha dicho esta mañana que tiene la cabeza llena de grillos. Yo creo que la tiene llena de grilletes.

De la mujer que acaba de hablar conmigo, veinticinco años después me siguen gustando: la belleza imperfecta, la inteligencia esforzada, el carácter sin gobierno, el erotismo blindado, el hondo silencio que habita en su deseo. Por lo que se ve, no he cambiado nada en todos estos años.

No podemos evitarle ningún dolor ni aliviarle ningún sufrimiento: tiene demasiada imaginación.

Podemos seducir, día tras día, noche tras noche, y acabar agotados de la belleza de los artifícios, exhaustos y vacíos. Porque podemos seducir, pero sólo el SER enamora.

T me cuenta que su amigo L es callado, una clase de silencio próxima al atontamiento. No lo era, dice T, hasta hace dos años, cuando se separó de su mujer porque la encontró en la cama con su hermano, que ahora está liado con T, a quien ha dejado embarazada, pero L no lo sabe. Es mejor que no lo sepa, dice T, por lo menos hasta que pase Navidad. Claro.

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